lunes, 25 de enero de 2010

El valor de Educar




El valor de educar de Fernando Savater



Dicho libro, escrito por Savater, se centra en responder a una serie de preguntas englobadas a la educación, es decir, en enseñar a ser maestro.

Para esto, en primer lugar destaca el aprendizaje humano, afirmando que la solidaridad existe en toda persona muy humana, con lo que hay personas que llegan a ser humanos y otras no, pues nacemos humanos pero sólo llegamos a ser en plenitud cuando los demás nos contagian su humanidad a lo largo de nuestra vida.
Por esta razón, lo primero que se requiere para enseñar es “haber vivido” (comunicación con los demás).

No obstante, el aprendizaje está ligado al tiempo, ya que todo aprendizaje implica una conciencia temporal: el desarrollo del tiempo es origen de lo bueno y lo malo.

A su vez, es un aprendizaje desarrollado en diferentes etapas y situaciones.
En primer lugar, encontramos la socialización primaria, centrada en la familia, donde el niño aprende los primeros principios de la vida (hablar, andar…)
Y más tarde se adquirirá la socialización secundaria, desarrollada dentro de la escuela, junto a los amigos, en el lugar de trabajo…
En ésta última se llegará plenamente al conocimiento más especializado, es decir, a través de la escuela el niño debe estudiar para llegar al verdadero aprendizaje, y, para esto, tiene la obligación de orientarse por el maestro, sin rechazar la autoridad de éste.

A su vez, el maestro ha de ser capaz de avivar al alumno en el desarrollo de sus conocimientos intentándole inculcar los usos responsables de la libertad, pero sin obligarlos a renunciar a ella, aunque destacando que la educación en ocasiones implica cierta imposición de autoridad que sólo pasando por ella podremos librarnos posteriormente.

Sin embargo, en dicho libro Closet afirma que llegado al caso poco importa lo que se enseñe si el docente no despierta la curiosidad del niño mediante la utilización de algún cebo.

Savater, cuestionándose la decadencia de la educación humanista, responde a lo anterior que no existe educación mientras no exista verdad que enseñar (verdad no absoluta si no muy parecida a nosotros; concepto propio de la metodología científica)

Además, finaliza diciéndonos que la enseñanza se conserva porque contempla positivamente muchos de sus conocimientos, habilidades e ideales, pero, a la vez, readmite muchos otros de manera universal.
Afirma también que de todos, el ideal fundamental que la educación actual debe conservar es la universalidad democrática; según Savater, un esfuerzo imposible de renunciar (Savater ve este elemento como el más importante logro de todos, pues durante siglos la enseñanza había servido para discriminarse entre las diferentes clases).




En conclusión, Savater se centra en una serie de puntos interesantes y fundamentales en el desarrollo de la educación: el papel que juega el maestro en ella, la situación actual de las familias y la universalización de la educación.
Son aspectos que requieren una profunda atención para llegar al fin de la cuestión.
En primer lugar, cabe destacar la pésima situación actual de las familias a las que hace alusión Savater, ya que ésta situación ha llevado a eliminar esa socialización primera de la que hablábamos anteriormente.
Por ésta razón, la escuela posee ahora una doble labor, no sólo adhiriendo al niño una serie de conocimientos si no los valores que no han sido implantados dentro de su familia. Es por esto que el maestro debe aceptar el “valor de educar”.

No obstante, deben también tenerse en cuenta las autoridades educativas, que colocadas a un escalón más arriba del maestro, tienen la obligación de hacer universal la propia educación preocupándose más por el “cómo” enseñar que por los contenidos propuestos para la enseñanza.

Para finalizar, sólo añadir como valoración personal que este es un libro que todo docente debe haber leído para reflexionar sobre dichas ideas e intentar proponer una serie de procedimientos para guiar la educación en nuestro país.
Por último, sólo destacar que entre todas las ideas fundamentales sobresale como principal: para enseñar, primero hay que “haber vivido”.
Esta idea en sí conforma el soporte de la propia vida; una vida llena de circunstancias de toda clase, pero que en todo caso necesita un momento de instrucción para adquirir el verdadero ejemplar de excelencia que se debe enseñar y que, en ocasiones, es erróneo para muchas personas.

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