jueves, 31 de diciembre de 2009


EL JUICIO DE SÓCRATES: TESTIMONIO DE PALABRA Y VIDA


Lo que sabemos de Sócrates nos ha llegado de Aristófanes, Jenofonte, Platón y Aristóteles. Los testimonios que tenemos son contradictorios, porque según los dos primeros autores es un sofista más, pero Platón y Aristóteles nos lo demuestran como adversario de la sofística, ya que no escribe libros, renuncia a la oratoria, no cobra a sus discípulos y, lo que es más importante, no presume de sabiduría: “solo sé que no sé nada”. Mientras que los sofistas presumen de sabios (sabio es sofos en griego), él busca, anhela y ama esta sabiduría, y por ello no es sabio, sino filósofo, “amigo de la sabiduría”.
Esta búsqueda le distancia de quienes creen que todas las opiniones son igualmente verdaderas. Si las leyes solo se fundan en los frágiles acuerdos de las asambleas, la justicia es un valor relativo y convencional. La búsqueda de la verdad exige buscar lo esencial, y desde el punto de vista práctico, una justicia universal que no esté sometida a arbitrariedades de las asambleas.

El universalismo moral exige disciplina y método, por ello en Sócrates encontramos uno de los métodos más atractivos de la filosofía: el diálogo. Tiene dos partes: la primera la ironía o arte de hacer preguntas de tal forma que el interlocutor descubra su propia ignorancia (quien cree saber cae en la cuenta de que no sabe, y puede iniciar entonces el camino de la verdad) y la segunda, la mayéutica o arte de hacer preguntas para que el interlocutor averigüe la verdad en sí mismo gracias a la mediación del otro (el verbo griego mayieuo significa “dar a luz”, como hacen las comadronas; el maestro nada sabe, pero puede hacer como la comadrona, ayudar a que el otro sepa.

Una de las cuestiones que más preocupa a los sofistas y a Sócrates era la enseñanza de la virtud. Para Sócrates, la virtud es una forma de conocimiento, no teórico, sino práctico y, por ello, se puede enseñar a los jóvenes a ser virtuosos. Quien sabe obrar rectamente está en condiciones de obrar con rectitud, sólo por ignorancia se obra mal. Con este planteamiento, se inicia en la historia de la ética una corriente filosófica que recibirá el nombre de intelectualismo moral. Son intelectualistas quienes consideran que la realización del bien moral depende del conocimiento que los hombres tengan del mismo. Aristóteles y el cristianismo demostrarán que la acción humana es más compleja, pues no siempre quienes conocen el bien actúan correctamente.

El juicio de Sócrates es todo un acontecimiento en la historia de la filosofía, no por la condena en cuanto a tal, sino por el modo como la aceptó. Fue condenado a beber la cicuta por impiedad (es decir, por no honrar a los dioses de la ciudad) y por introducir en las mentes de los jóvenes dioses extraños. Rehúsa la huída que le habían preparado sus amigos porque no quiere quebrantar el compromiso de cumplir las leyes: si lo hiciera, cometería injusticia. Esta inquebrantable decisión hace de él un personaje admirado.

1 comentario:

  1. yo queria dar las gracias a la persona que a comntado este articulo que por lo menos a mi me ha dejado las cosas claras :)

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